martes, 9 de mayo de 2017

La adolescencia programada


Disculpad el susto. Es Bernie, sí, pero luce razonablemente guapetón en la foto y, además, no muerde. 

Recalco que no muerde porque fue salir del encuandre a finales de enero pasado y que todo aquello que en lo referente al británico era considerado irreemplazable y excelso, pasaba de la noche a la mañana a ser cuestionado o rechazado, a veces con inopinada virulencia, lo que nos pone en la tesitura de que a partir de entonces ya no resulta peligroso porque, a ver, si no de qué iba a haber tanto valiente suelto.

Al viejo lo llamábamos el viejo y le he llamado el viejo, y eso me ha grangeado algún que otro tirón de orejas, pero siempre ha sido como quien llama pasma a la policía y sabe que la está liando dando un paso adelante porque no hay huevos atrás y alguien tiene que decirles a los que están enfrente que al menos hay uno al que hay que derribar antes que a los demás.

En el colegio fue parecido y en la universidad, más áun. En mi vida como ilustrador y escritor, ni os cuento. Yo era el carne de cañón necesario para que todas las historias que apuntaban a bueno acabasen bien, y no os lastiméis por mí, tengo grandes y buenos amigos en el Cuerpo Nacional de Policía, la Guardia Civil y la Ertzaintza, incluso en los Berrozi, aunque la verdad, mis batallas nunca los tuvieron como enemigos. Todavía recuerdo la sonrisa socarrona de aquel alférez del ejército que me perdía como soldado pero mandó levantarse a un sargento para que atendiera personalmente mi solicitud de objeción de conciencia...

Debo mucho a ese hombre, más de lo que habría imaginado jamás.

Mi tío Marcos fue legionario y mi buen Javitxu, el del Buchito Cubano, sirvió en Los Tercios, en Melilla, pero el suboficial incógnito, aquel ante quien me cuadré como me había enseñado mi hermano, me ha supuesto a la postre ser consciente de que mis guerras iban a ser mucho más duras que las que imaginaba librar él. Y ante aquel mando anónimo, tieso como si la verdad estuviese de su de su parte, endulcorado con bigotillo y porte firme, chubarrón, incapaz de sostener mi verborrea dialéctica, prometí que cuando acabe esta historia, cuando mi polvo vuelva al polvo, ambos estaríamos orgullosos del pacto de no agresión que firmamos en comandita un lejano 26 de enero de 1986.

Ha llovido desde aquello, pero mi alférez me visita en sueños de tanto en tanto para decirme que está orgulloso de lo que sellamos juntos. Eso me mantiene firme.

Pero no olvidemos a Bernie. Os sorprendería la gente que le defendía cuando mantenía yo que su modelo estaba caduco porque sólo le servía a él.

Estamos en 2008, más o menos, y a pesar de los numerosos valientes que han surgido en la actualidad, en aquella etapa había quien lo justificaba y ha terminado por darle la espalda sólo cuando la actualidad ha resultado imperativa.

Pena que no hayan dejado rastro o sea imposible de seguir porque internet tiene sus gabelas, pero están ahí, hoy, aludiendo a los buenos planteamientos que está esbozando Liberty sin ser conscientes de que el viejo, como mi suegra, ha sellado el devenir del futuro próximo de la Fórmula 1 a base de trenzar pactos secretos que no pueden ser rotos hasta 2020, ni que el terreno virgen está surcado bajo su superficie por túneles como los que hicieron los japoneses ante la ofensiva norteamericana en El Pacífico, o los que dieron la victoria al Vietcong en Vietnam.

Viejo, sí, pero desde el respeto. Desde el más absoluto y profundo respeto, porque para ser como Bernie hace falta un grado.

Su obra perdura y ni Ross Brawn ni Chase Carey van a poder con ella en un horizonte temprano. Normal entonces que este último lamente que Fernando Alonso no participe en el Gran Premio de Mónaco porque el asturiano y su escudería han apostado por las 500 Millas de Indianápolis. Aunque no debemos olvidar que hasta hace un par de meses, todo consistía en una mera cuestión de pelas, de satisfacer a CVC, de dar espectáculo por liebre, de batir récords, de hacer explotar fuegos artificiales, y ahí, amigos, hay muchos más responsables de los que salen en la foto.

Bernie nos ha programado para ser adolescentes a perpetuidad, pero Liberty quiere que seamos aficionados adultos. ¿Quién ganará? Seguramente quien antes acabe con la red de túneles y pactos secretos que siguen gobernado el mundo, nuestro mundo. Hicieron falta más valientes, sin duda, pero os juro que ni asomaron las orejas entonces ni lo han hecho hasta que habían dejado de silbar las balas, Bernie mordía y... ¡no hay más preguntas, Señoría!

Os elo.

1 comentario:

Elín Fernández dijo...

Hola José:
¿Cuáles (tal vez sepa algunos yo) serán esos pactos secretos?
Ese viejo es muy astuto y no dejó ni dejará las cosas tan fácil para los nuevos dueños.
Saludos, Elín Fernández