martes, 14 de febrero de 2017

Ronnie


Algunos teóricos afirman que la fecha de nuestra muerte es en realidad la puesta a cero de nuestros cronómetros como seres humanos. A partir de ese instante y hasta que por fin dejamos este mundo por puro agotamiento, la vida no es otra cosa que un bonito tiempo de descuento que dura lo que dura; poco o mucho, en el fondo, qué más da.

Desconozco el momento exacto en que fue alumbrado Bengt Ronnie Peterson, pero sí sé, que hoy, el piloto sueco habría cumplido 73 años de no haber sucedido aquel desgraciado accidente en Monza que nos lo arrebató para siempre un día después, el 11 de septiembre de 1978.

Jugar a las ucronías es un bonito ejercicio de creatividad. Supone el tradicional «y si» llevado hasta sus últimas consecuencias. Así, si Ronnie hubiese salido ileso de la tangana de Il Curvone y la ayuda médica hubiese llegado más rápida después de que Hunt y Depailler consiguieran extraerlo de su Lotus, obviamente se haría menester que Peterson sobreviviera a la época más trágica que hemos vivido en nuestro deporte. Pongámonos en que sí, en que el nórdico fue capaz de aguantar hasta despedirse en ATS haciendo pareja con Slim Borgudd, el batería de ABBA.

Ronnie era un conductor veloz y fino al volante. Tenía categoría para coronarse Campeón del Mundo pero no tuvo suerte en sus elecciones de escudería. Siempre compartió vehículo con alguien más adecuado, circunstancia que lo confinó en esa celda que sólo ocupan los hombres más fuertes y preparados, gladiadores todos ellos que dependen de la diosa Tique para salir a hombros de la arena del circo.

La muy ladrona no quiso, no supo, o no tuvo tiempo de corresponder al sueco como la ocasión requería. Quizás Zeus se interpuso. Celoso, tal vez el dios supremo del Olimpo impidió que su hija se saliera con la suya permitiendo que un vástago del linaje del panteón nórdico se coronase como Rey entre los hombres...

Ronnie se retira como mortal al finalizar la temporada 1981. La bellísima Barbro no tiene pensado ni de lejos suicidarse por una ausencia que la romperá el corazón en mil pedazos. Está preñada por tercera vez de su esposo, del hombre de su vida. Dará a luz al segundo hermano de Nina —los vikingos, quienes tarde o temprano acaban engendrando varones...—. Gunnar ha superado su cáncer y será el padrino del pequeño Ronnie Peterson, llamado así más por empeño de su madre que por la aquiescencia de su progenitor.

El de Örebro es entonces un padre condescendiente y un hombre que ha vivido de todo. ¿Cómo le va a decir no a Barbro...?

El futuro, sí. Ronnie no es hombre de estructura. Lejos de significarse como patrón, figura que odia, como buen verso libre se busca las alubias como comentarista que acabará terminando en Sky después de pasar por BBC, donde nos deleita cada domingo de carreras con esa perspectiva que sólo ofrece el haber vivido una etapa de nuestro deporte en la que los decesos suponían el pan nuestro de cada día.

Abominaría del DRS —lo veo—. Clamaría por el retorno de las puzzolanas y las escapatorias de grava. Coronado de canas, Ronnie nos señalaría desde su micrófono lo que no somos...

73 años ahora. Hoy, día de los enamorados en España. ¡Qué bonito ser alumbrado quién sabe cuándo, para comenzar a fallecer un 14 de febrero cualquiera! ¡Quiero morir en blanco y negro...!

Os leo.

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