lunes, 30 de mayo de 2016

El nagual


No se pasa de héroe a «cero» en unas horas, como se insinúa por ahí, de la misma manera que no se podía pasar en pocos días de «cero» a héroe en Barcelona. Son formas de hablar, convenios que utilizan los escritores y periodistas con sus lectores para hacerse entender, formatos que aceptan estos últimos, a veces a regañadientes, con tal de no perder el tren...

Acabo de salir del programa de esta semana de SafetyCast y no hemos hablado de Max porque en el fondo, lo suyo de ayer tampoco fue tan importante como se nos quiere hacer ver. 

Verstappen salía desde donde Jesús perdió la sandalia en Montecarlo. Remontó con suelo mojado y con piso seco, y acabó estrellándose contra los gardarraíles sencillamente porque buscaba sus límites en cada vuelta, como hace la gente seria, como hacen los que se toman en serio su trabajo.

Un piloto que no sabe dónde está ese milímetro que no debe traspasar, dónde debe parar, es un loco, pero para saber eso hay que intentar ir más allá, que es precisamente lo que hizo el holandés en Mónaco.

Si no habéis disfrutado de un momento en que la cagas cuando buscabas algo y creías tenerlo en la mano, y aceptas entonces que las cosas no son como querías, y rompes el dibujo o tiras a la papelera lo escrito y vuelves a comenzar mirando el abismo blanco a la cara, no entenderéis jamás de qué coño hablo. Yo por fortuna lo he vivido y lo he sobrevivido, pero un piloto no es un ilustrador o un escritor y queda varado ante su error. Atrapado. Queda congelado en el tiempo, haciéndose uno con su metedura de pata para que otros escriban de él que ha pasado de héroe a «cero» en lo que dura un pestañeo o que ha recibido un baño de realidad.

Pero Max, ayer, era el mismo que venció en Montmeló. Y no es un crío, que se nos meta bien en la cabeza. Ocupa plaza entre los mejores conductores del mundo y eso lo está haciendo hombre a marchas forzadas. Conduce para una de las tres mejores escuderías del momento y ha decidido tomar el toro por los cuernos. Salía desde donde Cristo perdió la sandalia en la capital del Principado e hizo lo que cualquier chamán intentaría hacer: domar su nagual sin tenerlas todas consigo.

Podía haber realizado una carrera mediocre. Podía haberse conformado. Podía haber aceptado el lugar que los de afuera le han dado en el mundo: héroe o cero, o Max Verstappen firmado de puño y letra y hasta las últimas consecuencias. Eligió esto último: ser él mismo.

Muchas veces, como espectadores nos precipitamos. Damos importancia a lo que no la tiene y sustantivamos cualquier tontería. Nos olvidamos de los cascabeles y los huesos y el humo que anega las fosas nasales y mancha de hollín los pulmones del hechicero. Pero el coche de competición necesita un alma que lo conduzca, y ésta busca la sintonía con el universo a través de los espíritus afines.

El nagual que le ha tocado en suerte a Max es bastante cabrón. No se doma así como así. No se deja engatusar con cuatro cuentas de cristal y polvo de pirita. Quiere sangre, quiere sudor, quiere lágrimas, quiere esfuerzo. Requiere del hijo de Jos que deje de escuchar al bocachanclas de su padre, que rompa lazos, que encuentre su propio cauce y focalice un espacio inalcanzable para los demás...

En eso andaba Max ayer en Mónaco: escribiendo un poema irrepetible que por desgracia terminó en borrón de tinta...

Pero Verstappen volverá a intentarlo. Eso es lo que le hace tan único.

Os leo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Este tiene gen de campeón, de piloto de los de la vieja escuela.¿Dónde llegará con 28-32-36 años? Tremendo futuro.



King Crimson

anonimo dijo...

En este caso creo lo mismo que tú. Fue un deleite verlo a Max mientras estuvo en pista. No olvidemos que le tocó en suerte llevar el motor de menor potencia, ya que de la evolución no había suficientes unidades disponibles. Así y todo, con condiciones "imposibles" y en un circuito "imposible", adelantaba mas coches que nadie.
Pero hoy estamos hablando de un Hamilton que se iluminó y venció sin salir de la pole. Y también de un Checo que hizo un podium increíble. No voy a desmerecer la tarea de estos dos pilotos, evidentemente, que además como logran resultados están mucho más expuestos. Pero todo ello no le quita mérito a Max.

Anónimo dijo...

Maldonado también buscaba los límites y no pensaban lo mismo de él. Con un RB casi a la altura del mejor coche se puede remontar.
No le quito valía al chaval, pero cuando uno se equivoca necesita un moderado tirón de orejas para que le sirva de algo no sea que demasiado algodón lo eche a perder. Tan importante es ir siempre al límite como saber dónde se encuentra así como las consecuencias que tiene sobrepasarlo. Y está claro que explorar los límites en un tilkódromo no es lo mismo que en Mónaco.
Espero que no estropeen a este chiquillo.

Un saludo
Se.Polyphenol