sábado, 21 de mayo de 2016

Daniel


Nos acercamos en rumbo de colisión al Gran Premio de Mónaco y por increíble que parezca, todavía tengo cosas en el tintero que surgieron de la carrera en España. 

No obstante, y por aquello de ir cerrando brechas, me apetece echar el ratito escribiendo esta noche sobre Daniel Ricciardo, porque siempre quiero hablar de él y nunca encuentro hueco, porque el australiano también fue noticia en Barcelona, pero fundamentalmente, porque hoy es sábado noche y salvo los gatos de Gorliz y los seis que tengo en casa, no creo que nadie más me lea. Vamos, que me ahorraré algún disgustillo que otro al menos hasta el lunes.

Y es que a cuenta del sacrificio de Ricciardo en Montmeló en aras de favorecer la estrategia de Verstappen, se ha instalado la idea de que el aussie junior es el nuevo Webber en Red Bull, y el cuerpo me pide escribir negro sobre blanco, que Daniel hace de Mark desde el momento mismo en que subió a uno de los coches pata negra de la austriaca.

Corría 2014 y Daniel había sido ascendido de Toro Rosso por sus facultades al volante y seguramente porque Australia es uno de los mercados más importantes para Red Bull, para qué vamos a engañarnos. Un australiano sustituyendo a otro parecía lo correcto. Mark Webber estaba más quemado que la pipa de un indio y la temporada anterior, tras los desagradables sucesos de Malasia, había anunciado que se iba al WEC. Daniel era a todas luces el tipo más indicado para hacer de escudero de Sebastian...

Pero algo se torció en la hoja de ruta de Milton Keynes. Ricciardo concluía segundo en el Gran Premio de Australia de 2014 en tanto que Vettel se veía obligado a abandonar. La verdad es que aquello no sirvió de nada. Daniel era descalificado pero Red Bull apenas movió un dedo por su piloto.

En realidad, la maquinaria azul no se anduvo con paños tibios en esta historia. Los chasis mejorados y las evoluciones llegaban antes a Vettel que al protagonista de esta entrada, sin embargo, aussie junior se mostró capaz de contrarrestar todo lo que le caía encima y a mitad de campaña, ya había ganado el Gran Premio de Canadá y navegaba cómodo por delante de su compañero el tetracampeón del mundo, aquejado éste por el karma acumulado en sus años de convivencia con Webber.

Dos victorias más (Hungría y Bélgica) y la conciencia de que Vettel se marchaba a Ferrari, tampoco sirvieron para que Red Bull apoyara a su conductor australiano. 

A la salida del Gran Premio de Japón, Daniel era firme candidato a conseguir un subcampeonato más que merecido —aquel año, el jabato de la eterna sonrisa fue el único piloto que pudo y supo romper la hegemonía de Brackley—, pero Milton Keynes decidió jugar limpio con sus hombres dejándoles pelear entre ellos, Vettel dio una nueva muestra de su incompatibilidad esencial con el concepto generosidad, y el sueño de Ricciardo se hizo añicos.

2015 no fue un buen año, las unidades de potencia Renault fallaban más que una escopeta de feria y a la postre, el de Australia se vio superado por Daniil Kvyat, aunque sólo por 3 puntos. 

Y hemos llegado a 2016 y ha venido Max Verstappen, y Red Bull ha vuelto a las andadas, y lo que valía en 2014 en cuanto a sana competitividad entre sus pilotos, ha retrocedido hasta 2010 como la aguja de un cronómetro al que se da cuerda tras un prolongado espacio de tiempo sin funcionar...

No sé si es el síndrome Webber o que Marko sigue cortando el bacalao en Milton Keynes y Faenza, pero lo lamento por Daniel, aunque espero y deseo que sepa plantar cara al temporal como hizo en 2014, y aunque el subcampeonato de este año está más caro de conseguir que el de entonces, me conformo con que vuelva a terminar tercero mientras yo me encargo de arreglar las cuentas con el pasado.

Os leo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hombre de poca fe...Además de los gatos "habemos" murciélagos...

O sea, que no compras lo de que la estrategia a 3 paradas era la mejor en las simulaciones computerizadas.

Cuánta conspiranoia, luego te quejas de que te pitan los oídos, normal...

Saludos.

Lastra.