martes, 10 de febrero de 2015

Una hora de «peinao», creo


Ya lo he confesado alguna vez, creo, y en este mismo sitio, creo: en inicio me divertía viendo Intereconomía y tal vez por ello, tengo bastante claro que no es una grandiosa idea que nuestra televisión pública esté apostando ahora por los mismos profesionales que volvieron profundamente seria y triste aquella cadena de la que se marcharon tiempo ha, Hernández y el cascabel de su gato o Pedrerol y su punto pelota.

Al hilo debo decir que desde que Enric González se desembarazó de El País —¿o fue al revés?, no lo recuerdo—, en líneas generales he perdido la fe en los medios. En todos y cada uno de ellos, creo. La información surge de los cuatro mismos puntos cardinales y el resto, lo que sale en las páginas de periódicos y revistas, como diría aquél, es opinable. Como lo es que diga yo, que el periodismo moderno tiene como principal función venderse a sí mismo mientras nos sirve de entretenimiento.

Antes, la hemeroteca albergaba joyitas pero hoy solo guarda postas para derribar lobos y en fin, creo, uno se pierde las braguitas de Cristina Pedroche, llega tarde a lo de Juan Carlos Monedero, y un día cualquiera aterriza en el mundanal ruido con una lista de clientes de un banco suizo saludándole durante el desayuno, y como todo es opinable, como decía, creo, lógicamente se arma la de dios es cristo porque de tanta información de esa como recibimos a diario, cada vez nos mengua más el criterio. Tan es así, creo, que abunda quien pretende desdecir la historia dando la espalda a la realidad.

Antes, me repito, la prensa deportiva miraba a Newey, o a lo que decían ahí fuera que decía el británico, creo, y tenía resueltas varias semanas de artículos y asegurada una bonita cantidad de lectores por página escrita. El mago de Milton Keynes movía su varita mágica y ya sabíamos qué coche era convencional y cuál no, qué librea llevaría el ganador de aquel año y quién las iba a pasar putas. No importaba hacerse preguntas ni buscar respuestas, bastaba con mirar a Adrian a los ojos. O eso creíamos todos.

Pero ha venido Paco con la rebaja y cuando más falta nos hacía saber a qué nos agarramos ante unas pruebas de temporada que se reiniciarán dentro de unos días en Barcelona, llega Esperanza Aguirre a su cita, creo, y menciona de rondón aquello del «una hora de peinao» delatando cómo somos y en qué consiste el meollo de nuestra cuestión: en salir guapos y los primeros, mientras tiramos de lo que sea para sacar brevemente la cabeza, incluso de la coño lista Falciani.

Os leo, creo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Creo que estoy jodidamente de acuerdo con eso, creo.

Un saludo a Jose y a todos,

ABB

j dijo...

"...porque de tanta información de esa como recibimos a diario, cada vez nos mengua más el criterio."
Es que, para mi, ese es el primer objetivo. Bombardearnos con información hasta bloquear nuestra capacidad de análisis. Si no ¿como íbamos a ser tan fácilmente manipulables?
El truco está en que nos han convencido de que la inteligencia artificial procesa información emulando al cerebro humano y es falso. ¿Cual es la diferencia entre información y conocimiento? La misma que hay entre un docto idiota y un sabio. Nosotros procesamos experiencias no informaciones.
Uno no puede tragarse todo lo que se publica, tampoco puede dar la espalda a la realidad, por tanto habrá que ser muy crítico y selectivo, confiar en el criterio propio y educarlo.

http://www.rtve.es/alacarta/videos/documentos-tv/documentos-tv-sombras-libertad/1851587/

¡Saludos!