viernes, 13 de febrero de 2015

No creo en la edad de hielo


La igualdad de oportunidades en nuestro deporte lleva camino de convertirse en El Dorado. Se reúne el grupo de trabajo de la FIA, e inevitablemente sale como resultado un engrendro que no hay por dónde cogerlo, eso sí, ahíto de normas cada cual más y más puntillosa que en lo que canta un gallo, precisarán con urgencia de que se las meta mano o se las lleve al quirófano.

Esto que digo no es una ida de olla ni un opinable como los que mencionaba el otro día, creo. El reglamento estrenado en 2009 pretendía favorecer el espectáculo y la igualdad, y saltó hecho pedazos tal que en el Gran Premio de Australia, la primera prueba de la temporada, que se dice pronto. Y el que nos hemos metido entre pecho y espalda como novedad en 2014, pues más de lo mismo, para qué vamos a engañarnos.

Con la humildad que me caracteriza, podría deciros que no pienso que la gente que se encarga de hacer las normativas no sepa lo que lleva entre manos, pero sí que está atenazada por un miedo excesivo ante lo que puede hacer el rival con las mismas reglas.

Cualquiera que haya trabado contacto o tenga experiencia en el campo de la docencia, sabe perfectamente de lo que hablo. Los objetivos pueden estar meridianamente claros, el marco de actuación perfectamente delimitado, pero en dos o tres reuniones, inevitablemente comenzarán a aflorar las necesidades y ópticas de cada integrante del proyecto y entonces...

Podría aburriros contando anécdotas de este tipo. Estuve en primera línea de fuego a mediados de los noventa del siglo pasado cuando se mató la idea de tranversalidad en primaria, sencillamente porque a la hora de elaborar los libros de texto, un departamente pensaba que tal o cual línea transversal mejor se trataba desde otro departamento y este, ante la necesidad de impedir que tanta transversalidad le hiciera perder identidad, se la cogía con papel de fumar a la hora de contemplarla porque también había que ofrecer contenidos, ¿no? Etcétera, etcétera, etcétera.

Y aquí quería llegar yo porque en líneas generales, las ideas que surgen del seno de la FIA y los equipos no son tan malas como parecen salvo acaso, porque el miedo de unos y otros, ha establecido en el actual reglamento, tres líneas rojas que a mi modo de ver impedirán cualquier progreso por mucho que se esté hablando para 2017, de potencias cercanas a los 1.000 caballos y de neumáticos más anchos en el eje trasero.

Una de ellas es la limitación de consumo de combustible pues si por fortuna se erradicase, el problema originado sería mucho mayor que el que existe hoy en día ya que afectaría a la cantidad de calor que podría utilizar la MGU-H y por consiguiente, a la potencia arrojada por este.

Otro es la limitación de motores que de ser abolida, acarrearía una escalada de costes en los ya de por sí meguados presupuestos de las escuderías.

Y el último son las propias ruedas, ya que con un suministrador único por aquello de contener el gasto, el peso de la actividad seguirá recayendo en un elemento que se mire como se mire, jamás dejará de ser secundario y al que si se le deja, devolverá de nuevo la pelota al tejado de la aerodinámica.

Lo tiene difícil la Fórmula 1.

Hace tiempo que desterró la idea de que la igualdad de oportunidades solo se asegura desde la libertad de opciones —de que cada equipo haga de su capa un sayo, para que nos entendamos—, dentro de un marco regulador que ante todo debería ser sencillo y claro, que ofreciera además, un espacio generoso para que la competencia entre fabricantes y proveedores fuese lo más sana y diversificada posible. A cambio, tenemos una gigantesca inversión que necesita ser rentabilizada mientras se dan los siguientes pasos en mitad de una etapa diseñada con criterios de congelador... Mal panorama en todo caso.

Os leo.

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