lunes, 15 de septiembre de 2014

¡Cariño, he encogido a los niños!


Vaya por delante que con esto de la celosa aplicación del reglamento en cuanto a comunicaciones por radio se refiere, me pasa que prefiero tomármelo con cierta cautela, no vaya a ser que suceda como con la celosa aplicación del reglamento en aquello de que los coches no debían salirse de lo que se considera pista, que tan solo fue efectivo en Austria y Gran Bretaña...

En todo caso, casi que apuesto a que este ataque de sensatez y pulcritud en el uso de la normativa, durará menos que el agua en una cesta. 

Entre que los monoplazas casi hacen menos ruido que los Formula E (es una exageración, ya lo sé) y que las retransmisiones en su conjunto ya no son lo que eran, no veo que funcione que se elimine tan radicalmente ese ruidillo de fondo que nos avisaba de que a Kimi se le estaban calentando los pelendengues, servía para que Jenson advirtiera a través de su ingeniero a Lewis de que no pretendía mirar los retrovisores o delataba también, que Fernando iba más rápido que Felipe, un ejemplo, o que este o esto otro piloto solicitaban la intervención divina de Whiting.

En principio me parece bien, entendámonos. He escrito tantas veces sobre la perniciosa implicación de la radio en la normal desenvoltura de las calificaciones y las pruebas, que todo esto me viene a suponer un regalazo en toda regla. Pero seamos razonables, con la aplicación a rajatabla del reglamento vamos a perder una de las más claras señas de identidad de nuestra actualidad deportiva y por ello, confieso que también siento cierto vértigo.

Ahora bien, como comentaba al inicio, podría apostar la mano con la que dibujo a que Bernie da las instrucciones oportunas para que las cosas vuelvan a ser lo que eran en un par de carreras a lo sumo, si no antes, porque las comunicaciones entre el muro y los pilotos así como la sobreimpresión de felicitaciones a Dietrich Mateschitz, forman parte de ese ámbito difuso que es propiedad incuestionable del amo de la cosa y en el que cabría también, la siempre curiosa elección de héroes y hazañas en los resúmenes de cada Gran Premio.

Sea como fuere ya hay víctimas. Para Singapur se prevé que Antonio Lobato y su equipo tengan que redoblar esfuerzos para mantenernos atados al televisor porque se acabaron los chascarrillos y el yo no he entendido nada de lo que ha dicho, ¿y tú? Y por supuesto, que más de un conductor nos enseñe de qué pasta está realmente hecho cuando no sepa cómo van sus neumáticos o dónde anda un rival o el propio compañero.

Os leo.

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