lunes, 9 de junio de 2014

Pearl Harbour [Montreal]


Siento romperos el alma en mil pedazos pero ayer a las 20:00 horas europeas, el espectáculo se desataba sin previo aviso sobre el circuito Gilles Villeneuve de Montreal, en una acción totalmente irresponsable, cobarde y mezquina, que jamás olvidarán nuestros nietos.

Para colmo de males, además de que el milagro nos pillaría literalmente en pelota picada, el ataque propiciaba una salida bastante limpia que a los pocos metros se convertía en un infierno de dimensiones colosales. Chilton que destrozaba el coche de Bianchi; ahí que te veo, rubia, y Maldonado que se libraba por los pelos y los Caterham de Ericsson y Kobayashi, que no daban crédito a lo que veían sus ojos; y salía Esteban desde el pit para volver a entrar a la vuelta completa por aquello de ahorrarse una parada; y Maylander que tenía trabajo; y la prueba que se deslizaba hasta el giro ocho a paso de conga, con toda la parrilla ahorrando combustible y gomas, para que alguien del coro gritase aquello de ¡barra libre, cabrones. Bebed hasta hartaros, que paga el jefe!

Y la prueba empezaba ahí, precisamente ahí. Los Williams, por ejemplo, que siempre van bastante cortitos de gasofa, tenían suficiente como para llegar a meta y Ferrari, otro ejemplo a mano, que esperaba que la velocidad fuese relativamente baja para poder jugar con las estrategias, terminaba por enseñarnos su peor cara por confíar en que las cosas le salieran como está previsto, siquiera una miserable vez...

No había tregua. Los Mercedes delante y un pandemonio multicolor detrás. Pastor que se quedaba tirado y Kamui que tenía una llamada perdida —como lo leéis, que sacó el móvil y todo—, y Lewis que se ponía a cola del W05 de Nico y lo desestabiliza, pero para que el tiro le saliera por la culata porque por intercesión de la FIA, el rubiales se marcaba un Schumacher en toda regla y por la cara en plena zona de DRS, recibiendo una reprimenda pero manteniendo la posición tras haberse pimplado la chicane de las curvas 12 y 13 como un puñetero misil, manteniendo eso sí la cabeza y obligando a Hamilton a jugar a su juego, que para eso en Brackley son demasiado democráticos al menos después del Gran Premio de España.

El británico no cedía, pero correr mucho en el Gilles Villeneuve conlleva apretar mucho los brake by wire y empezaban a saltar los plomos en las unidades de potencia. Que si me noto raro, cariño; que si hoy me duele la cabeza, mi amor; que no hay tu tía en todo caso. Lewis claudicaba y Nico seguía al frente pero con un tiro en el ala cuando mi Felipe olía podio y cambiaba gomas para acariciarlo. 

Pero los buenos por fin lograban despegar y Daniel los lideraba, y aquí que el australiano se merendaba a Rosberg y ponía proa al banderazo final. Y Sebastian que no se lo piensa dos veces; y Checo que aguanta con su Force India cojito lo que no está escrito y se abre cuando no debe hacerlo; y Massa, que no ha podido con Vettel pero quiere recoger su premio, que se come al mexicano mandándole a la barrera mientras sale como un cohete herido para casi afeitar el morro del RB10 del tetracampeón del mundo...

Fin de la historia, del resto hablaremos durante lo que queda de semana, pero si os preguntáis si hubo beso en Pearl Harbour, os tengo que decir que sí: Mattiacci besaba su medalla de la virgen antes de llamar al cuartel general en Maranello, para decirle a Montezemolo que otra vez Fernando había salvado los muebles o lo que quedaba de ellos.

Os leo.

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