jueves, 20 de junio de 2013

La suerte del agua


Todavía es pronto para concretar más, pero lo cierto es que hay una cierta previsión de agua sobre el circuito de Silverstone para el fin de semana en que se disputará el Gran Premio de Gran Bretaña, léase: dentro de 9 días.

El agua acarrea ciertos problemas pero tiene sus notables virtudes, unas más nobles que otras, sobre todo en la Fórmula 1 moderna, ya que supone un terreno abonado para que por encima de las máquinas veamos la capacidad de los hombres que las conducen. Ocurrió en Canadá hace una semana y media, bueno, casi dos, cuando Valtteri Bottas sobre un FW35 que falla más que una escopeta de feria, logró colarse en la Q2 y terminar la Q3 en tercera posición, por detrás de Sebastian Vettel y Lewis Hamilton y por delante de Nico Rosberg y Mark Webber.

Espejismo o no, el hecho incuestionable es que en un escenario en el que los monoplazas necesitan ser pilotados, el jovencísimo finlandés de Williams superaba a su vehículo, lo dominaba y lo metía en un lugar que la de Grove tiene más que olvidado, los primeros puestos de parrilla, nada menos que codeándose con los Red Bull y los Mercedes AMG. Es una circuntancia que puede ser considerada baladí porque ya se sabe que con agua sobra la pista todo resulta un poco lotería, pero ahí queda el dato de un hombre al que normalmente hay que buscar en el fondo de las tablas de tiempos para recordar que existe, consigue sacar la cabeza en cuanto dispone de una miserable oportunidad para mostrar la indudable calidad que tiene.

Lo he dicho en más de una ocasión y me apetece repetirlo: me gustan las pruebas disputadas sobre suelo mojado y bajo las inclemencias del tiempo. No me refiero a aquella tontería que insinuó Bernie Ecclestone hace no tanto, a cuenta de la posibilidad de regar las pistas de los trazados con aspersores, sino a disfrutar de la conducción de los pilotos de carrera bajo la lluvia que amanina o arrecia según qué zona del circuito se transita, a cómo pasan de veloces sobre el líquido elemento que se ha acumulado en las cercanías de los pianos, a cómo buscan el carril menos anegado, a cómo controlan el vehículo para no meterlo en un trompo.

Con un fondo plano más elevado con respecto al suelo que cuando se corre sobre seco, los alerones cobran vital importancia. Sin DRS (inhabilitado por normativa bajo condiciones de lluvia), es el piloto el que busca a su rival y lo encuentra y lo sobrepasa jugándose el tipo. Incluso el KERS necesita algo más de mimo. Se ve menos delante y por los retrovisores, se siente más el circuito y el propio monoplaza, y si hay que ir rápido se va tirando de riñonada, conducción fina y agallas, como en los viejos tiempos, elaborando mentalmente un plano difuso en el que se van colocando uno a uno a todos los rivales, para intuir quién te persigue o a quién podrás alcanzar en un par de curvas…

Todo es distinto con agua a como lo vemos cada domingo soleado, y ahí sobresalen los auténticos temperamentos: Sebastian Vettel en Monza 2008, Nico Hulkenberg en Interlagos 2010 y hace un puñado de días, Valtteri Bottas en Montreal.

Le ha tocado el turno al compatriota de Kimi. Lo que queda de temporada puede resultarle igual de triste que lo que llevábamos de ella hasta Canadá, pero en el Gilles Villenueve ha surgido una nueva estrella en el firmamento a la que habrá que seguir la pista, siquiera por saber si Valtteri sería capaz de hacerlo igual de bien o incluso mejor, con un coche que no dependa tanto de las cosas que precisamente en el circuito canadiense, dejaron de tener importancia porque el agua había dictado su suerte.

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