sábado, 27 de octubre de 2012

El yin y el yang


No entiendo muy bien el modo exaltación que produce el Red Bull a su paso. Si he escrito estos días pasados una serie de entradas en referencia a lo que opino que está sucediendo con el bendito cachivache azul, amén de para rendir tributo a Adrian Newey —ante quien hago una genuflexión cada vez que puedo porque es ingenioso de narices y de todo lo demás—, ha sido fundamentalmente por intentar erradicar esa idea tonta de que el RB8 es poco menos que la espada Excalibur.

El coche tiene carencias, y notables. Todo lo que desde mis humildes fuerzas he intentado desvelar, nos dibuja un vehículo que no es limpio de diseño y sigue utilizando parches, de manera que si el aire circundante de los pontones puede molestar a la bañera de calor que se ha montado el fogonero británico en la zaga de su último invento, lo hace pasar por debajo y se queda tan pancho. De la misma forma, siendo incapaz de calentar la parte terminal de la carrocería para beneficiar el trabajo del difusor, se calienta a las bravas, al estilo de la abuela, con chapa y leña...

También he destacado las ayuditas que a mi modo de ver ha recibido por activa o por pasiva, pero dije hace unos días que las veía más adecuadas para un vehículo que juega a la defensiva que para un potro ganador, como fuera el RB7.

En este orden de cosas, una vez disipada la abundante magia y haber afinado el punto de mira sobre el doble DRS (que ahí sí que le ha dado bien fuerte el bueno de Adrian), hay que admitir que de aquí a Interlagos sus rivales se van a tener que conformar con repartirse las migajas de la calificación, porque en ella se puede utilizar el DDRS en modo barra libre y el RB8 no es el W03 de Mercedes, precisamente.

¿Qué nos queda? Pues sospecho que comenzar a calibrar las cosas desde su perspectiva correcta, porque ensalzando décima va, décima viene, que saca Vettel a los que lleva detrás, no hacemos nada salvo complicar la lectura de la carrera, entre otras cosas porque como decía más arriba, me temo que las va a sacar siempre.

Y es que en carrera, el RB8 sólo ha demostrado sus infinitas bondades y su enorme potencial cuando sale delante. Resulta de perogrullo decirlo, pero esta es una de las razones principales por las que sospecho que en Milton Keynes han perdido el culo por mejorar las sesiones clasificatorias, o dicho de otra forma: no les quedaba otra.

En este punto cabe instalar la posibilidad que entreví el otro día sobre la utilización de uno de los dos canales del DDRS del Red Bull para aliviar la carga aerodinámica en orden de carrera, pero para ello hace falta aire limpio y buena velocidad, con lo que volvemos a lo de antes, a lo de que a la de Horner sólo le queda jugarse el todo por el todo los sábados para adquirir la ventaja que gestionarán los domingos sus pilotos.

Dije hace algo más de tiempo que ni McLaren ni Ferrari se habían podido desinflar tanto, y que dudaba de que Red Bull hubiera encontrado la piedra filosofal. Cada una de ellas juega sus cartas con diseños muy afinados, y aunque de momento las clasificaciones son para el DDRS de la de la bebida energética, las carreras, como ha quedado demostrado ampliamente este año, son simplemente otra cosa y en su seno puede pasar de todo. Y que conste que no estoy tirando de optimismo épico, sino de lectura global, de comprensión pura y dura de que la realidad siempre tiene dos caras, y si una de ellas es blanca, la otra suele ser negra, como el yin y el yang.

Os leo.

1 comentario:

PiratF1 dijo...

Hola Josetxu ;)

Completamente de acuerdo en eso de que los de azul funcionan muy bine en aire limpio y sufren de lo lindo cuando alguien les enturbia el aire. la pena es que no tenemos a nadie que se les ponga delante los sábados para crear confusión gracias al doble aerocanuto made in tito Adrian.

Yo lo veo oscuro tirando a negro a no ser que los imponderables se lleven puesto al Tudesco y eso provocaría un rasgada de vestiduras que se oiría desde aquí.
Tengo ganas de cuerpo a cuerpo pero si los sábados siguen igual poco tienen que hacer los de Maranelo, me temo.

Un abrazo